lunes, 15 de marzo de 2010

The End.


Playlist = Smoke Without Fire --- Duffy [está en el "reproductor" por la letra S --->]





El sol anhelado de aquella mañana de invierno asomaba por la ventana de la habitación, hacía días que Max no podía disfrutar de aquella calidez y luminosidad en la mañana. Tan solo el día anterior, a la misma hora, se había despertado rodeado de lluvia, en el ambiente parecía residir la humedad, como si fuera su compañera de habitación, la humedad siempre estaba allí. Pero aquel día era diferente, todo era diferente.

Después de observar durante varios minutos el rayo de sol que se atrevía a entrar al cuarto por la ventana, el joven se estiró boca arriba en su cama, observando el techo para luego cerrar los ojos. Pero no pretendía dormirse ya que apenas se había despertado. Pero sí quería recordar, recordar la noche anterior, una que pensaba nunca llegaría, una noche la cual nunca olvidaría tampoco.
Tantas cosas habían cambiado.

Una sonrisa abarcó su rostro al recordar la mirada de Aleixandra. Al recordar el brillo en sus ojos. Había caído, al fin había logrado que la chica cediera a sus encantos, que le siguiera el “juego”. Así era como él lo veía, pero a decir verdad, era él el que había seguido, había sido él el que había decidido dejar de jugar. Ya que se había dado cuenta de la importancia que tenía aquella joven para él.
Había tardado en descubrirlo, demasiado podría decirse, demasiadas chicas que no eran ella, demasiados golpes en su mejilla por su parte, todo eso había tenido que ocurrir para que Max se diera cuenta de que ya no era el mismo, que desde que había visto aquellos ojos se había destinado a ella, aunque no quisiera creerlo, o no pudiera, su alma acabaría de la mano de ella de todas formas, tarde o temprano. Esta vez ocurrió tarde.

La sonrisa se esfumó rápidamente al recordar aquello, todo el tiempo que había perdido, todas las bromas y todas las chicas que había tenido que conocer para darse cuenta de que la única que ocupaba su mente era Aleixandra. Había sido un perfecto idiota con ella, al no darse cuenta de que ella no era una más, que era ella, debía ser la definitiva.
Pero todo aquello había pasado, lo que podría haber ocurrido hacía meses y meses atrás, había ocurrido la noche anterior, y en cuanto pasó los dos se dieron cuenta de que eso era lo que debían hacer, que los dos se pertenecían de una forma u otra.

•••


El día anterior Max se encontraba caminando por las calles oscuras, de regreso al lugar donde se hospedaba aquel día, un regreso un tanto deprimente pues no se encontraba en un nuevo pueblo para deshacerse de un demonio en una casa cualquiera, no se encontraba allí para ayudar a una familia aterrada, claro que no, Valentine se encontraba en aquel pueblo, y Max sabía que no descansaría hasta encontrarlo y poder deshacerse de él, y con eso poder evitar su maldición. Pero se le había escapado, otra vez.
El joven no tenía ganas de nada, no podía evitarlo, haber perdido a Valentine aquella noche era algo que le había quitado todas sus fuerzas, se sentía bastante débil pues comenzaba a pensar que no lograría acabar con él.
Entonces fue cuando se encontró con la mirada de Aleixandra, se encontró con ella y sonrió, pero no de forma pícara como habría hecho días atrás, no estuvo a punto de hablar para invitarla a un trago, no lo hizo, porque al ver sus ojos no sintió que fuera lo que en verdad quería, sino lo que sintió fue la necesitad de tenerla cerca, la necesidad de poder acariciar sus mejillas y sentir que ella estaba allí, y que no lo dejaría, porque en aquel momento la necesitaba, no lograba entender porque, o quizá sí comenzaba a hacerlo. Su cabeza comenzó a razonar y logró darse cuenta de que lo que en verdad quería no era aprovecharse de ella, no era irse a la cama con cualquier otra chica, lo que quería era poder estar con ella, simplemente eso, estar y hacerle sentir todo lo que él sentía por ella.

•••


Sin abrir los ojos el rostro de Max se giró para que cuando levantara sus párpados, su mirada se encontrase con el rostro pacífico y sereno de su acompañante, con las mejillas dulcemente encendidas y los ojos cerrados. El movimiento regular en su pecho indicaba que se encontraba durmiendo. Max no quiso despertarla.
Giró un poco su cuerpo para quedarse en frente de ella y poder admirar su silueta cubierta por la sábana blanca, la cual dibujaba su silueta a la perfección.
La mano del joven se precipitó a acercarse al cabello de la chica para devolver un mechón de pelo que se había soltado de su lugar. No quería despertarla.

La mano del joven se presentaba diferente a las otras veces. Max la observó detenidamente intentando descifrar aquella diferencia la cual sabía que estaba pero no podía darse cuenta de que se trataba.
Lo que nadie sabía era que el vórtice en su mano era lo último que la mirada de Maxwell Williams había podido ver.
Aquel era claramente el principio del fin. El fin de Maxwell. El fin de aquel monje que un día había sido un pervertido. El fin del nuevo Max, el que sentía, el que no se tomaba las cosas con Aleixandra como un juego. El fin de su vida. El fin de su existencia. Aquel fin que nunca debía haber llegado. Pero ¿a quién queremos engañar? Tarde o temprano todo sucede.